Quines siguen el béisbol de las Grades Ligas, saben lo que significa el elemento de los cuadrangulares como atracción para los asistentes a los estadios. De hecho históricamente se conoce de la construcción estadios para propiciar que uno u otro atleta ponga mayores números y se convierta en el pelotero que identifica a un equipo determinado.
La compra de boletos aumenta y con ello la euforia de los aficionados que por disfrutar del juego son capaces de amanecer en una fila para lograr ver a sus estrellas del béisbol sacar la bola del parque.
Todo esto desencadena una serie de acciones que en el desarrollo del juego, pueden verse o no, es decir, desde la gerencia los equipos se hacen todos los movimientos económicos posibles para tener en sus filas a los mejores, pero esto también desencadena que esos atletas de grandes marcas recurran al uso de ciertos aditivos para no fallar luego de un gran contrato.
Además entran en este círculo aquellos atletas que no reúnen las condiciones suficientes para ser estrellas en el tiempo que aspiran se aboquen a buscar alternativas para adelantar su rendimiento y entrar a los contratos millonarios.
Es aquí, donde surgen los superhombres del bate, que estremecen multitudes en todo los extractos sociales donde se conoce el béisbol, y es aquí donde la pasión por este juego ha hecho que no se corrijan situaciones que parecían normales y que ahora encarnan una cacería en contra de atletas que en algún momento de su carrera recurrieron a sustancias, ante el público controlada, pero no prohibida, para mejorar su capacidad de producción en el terreno.
En la actualidad el problema parece estar representado por el tercera base de los Yankees de Nueva York, Alex Rodríguez, a quien las autoridades de los Estados Unidos, incluido el presidente, Barack Obama, quieren cargan el dado del uso de los esteroides, a pesar de que el pecado del beisbolista antecede la prohibición de este tipo de sustancias en esta competencia deportiva.
Rodríguez, quien ha tenido la valentía de encarar el hecho contrario a otros, como es el caso de Roger Clement y Barry Bonds, está en el peor momento de su carrera en relación a su imagen como atleta, ya que el comisionado de las Grandes Ligas, Bug Selig, se ha pronunciado con la declaración de que la situación del pelotero de ascendencia dominicana es decepcionante y hasta amenaza con procurar una modificación en el libro de hazañas de esta disciplina.
La historia es justa, sobre todo si no hay olvido de esta, los encargados de montar este gran espectáculo deben tener claro que de aplicarse sanciones con carácter retroactivo por el uso de sustancias para mejorar el rendimiento, el castigo debe ser al menos para todos los que se han declarado culpables, sin importar su condición étnica, o su estrellato.
La compra de boletos aumenta y con ello la euforia de los aficionados que por disfrutar del juego son capaces de amanecer en una fila para lograr ver a sus estrellas del béisbol sacar la bola del parque.
Todo esto desencadena una serie de acciones que en el desarrollo del juego, pueden verse o no, es decir, desde la gerencia los equipos se hacen todos los movimientos económicos posibles para tener en sus filas a los mejores, pero esto también desencadena que esos atletas de grandes marcas recurran al uso de ciertos aditivos para no fallar luego de un gran contrato.
Además entran en este círculo aquellos atletas que no reúnen las condiciones suficientes para ser estrellas en el tiempo que aspiran se aboquen a buscar alternativas para adelantar su rendimiento y entrar a los contratos millonarios.
Es aquí, donde surgen los superhombres del bate, que estremecen multitudes en todo los extractos sociales donde se conoce el béisbol, y es aquí donde la pasión por este juego ha hecho que no se corrijan situaciones que parecían normales y que ahora encarnan una cacería en contra de atletas que en algún momento de su carrera recurrieron a sustancias, ante el público controlada, pero no prohibida, para mejorar su capacidad de producción en el terreno.
En la actualidad el problema parece estar representado por el tercera base de los Yankees de Nueva York, Alex Rodríguez, a quien las autoridades de los Estados Unidos, incluido el presidente, Barack Obama, quieren cargan el dado del uso de los esteroides, a pesar de que el pecado del beisbolista antecede la prohibición de este tipo de sustancias en esta competencia deportiva.
Rodríguez, quien ha tenido la valentía de encarar el hecho contrario a otros, como es el caso de Roger Clement y Barry Bonds, está en el peor momento de su carrera en relación a su imagen como atleta, ya que el comisionado de las Grandes Ligas, Bug Selig, se ha pronunciado con la declaración de que la situación del pelotero de ascendencia dominicana es decepcionante y hasta amenaza con procurar una modificación en el libro de hazañas de esta disciplina.
La historia es justa, sobre todo si no hay olvido de esta, los encargados de montar este gran espectáculo deben tener claro que de aplicarse sanciones con carácter retroactivo por el uso de sustancias para mejorar el rendimiento, el castigo debe ser al menos para todos los que se han declarado culpables, sin importar su condición étnica, o su estrellato.
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