Así como se lo conté a Sara es para reír, de alguna forma hay que liberar el estrés que nos regala el Gobierno con su llamada Reforma Fiscal, ya advertida, por su derroche en la pasada campaña electoral.
Nos han cobrado el último centavo por cada metida de pata, por cada robo, por cada padrinazgo a Leonel-Alibabá-Fernández Reyna y su estampida de funcionarios ladrones.
Se han llevado hasta la esperanza de este pueblo de Juan Pablo Duarte, Gregorio Luperón, Francisco Alberto Caamaño de Deñó, Amelia Ricart Calventi, Amín Abel,Orlando Martínez y otras tantas personas valiosas, que como Juan Bosch, sus nombres no deberían ser pronunciados por estos falsos discípulos, que han saqueado el Estado.
Pero lo que le conté a mi amiga Sara Pérez, tiene que ver con el nivel de inseguridad, lo cual de ser un aspecto raro ha pasado a ser uno de los aspectos que mayor preocupación origina entre los dominicanos, al punto que ya poca gente comparte acera con otra, temiendo un asalto.
Mientras las autoridades policiales aún se atreven a teorizar con un plan Barrio Seguro, que no fue más que una medida populista, las calles de ciudades como Santiago, son tierra de nadie, sobre todo por las noches, esto no quiere decir que en el día sean seguras.
Hace unos días caminaba por la calle Restauración, las luminarias de RD$ 300 millones, ya no funcionan, la persona delante de mi aceleraba el paso y miraba hacia atrás con el temor de ser alcanzada por mí.
La verdad no tenía la mínima intención de alcanzar esta persona, también temía ser asaltado, pero tenía la necesidad de no disminuir el paso, detrás caminaba otra persona de manera presurosa, quien sabe con cuales intenciones, mientras estas cosas pasan, las patrullas motorizadas exigen cédulas en las calles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario